domingo, 29 de abril de 2018

PSICOLOGÍA Y TEOLOGÍA


Central Christian University


Psicología y teología




Alumno: Lic.Prof Carlos Ariel Montenegro



Marzo 2018

Índice
Introducción………………………………………………………………………3
Tópico 1…………………………………………………………………………..4
Tópico 2…………………………………………………………………………..9
Tópico 3………………………………………………………………………….12
Tópico 4………………………………………………………………………….15
Tópico 5………………………………………………………………………….18
Conclusión……………………………………………………………………….20
Bibliografía………………………………………………………………………21














Introducción
     En este trabajo de investigación se presentarán las relaciones existentes, como también las diferencias, entre Psicología y Teología, partiendo del pensamiento que ambas son necesarias para afrontar la vida de forma más saludable. Porque mientras la Psicología nos ayuda a comprender la conducta, la Teología nos permite aplicar esta conducta, siendo las dos disciplinas complementarias.
     Se desarrollarán aquí cinco tópicos, en los cuales se trabajarán conceptos tales como la percepción, la motivación, las emociones y la personalidad, aplicados en la Psicología y la Teología. Asimismo, se dejará en claro la definición de estas disciplinas y su importancia en la vida cotidiana del ser humano.
     Haciendo uso del libro de Fernando Zepeda Herrera[1] junto con bibliografía complementaria y ejemplos bíblicos, se llegará a una conclusión acerca de las relaciones fundamentales entre la Psicología y la Teología.










Tópico 1
Definir Psicología y Teología y cómo estas dos ciencias se complementan entre sí
Psicología
     La Psicología es una ciencia que surge de la filosofía, al igual que otras disciplinas científicas, y su objeto de estudio es la mente y la conducta del ser humano como un todo: sus emociones, su personalidad, su motivación, su percepción, sus sentimientos, sus creencias, etc.
     Etimológicamente, el término psicología proviene del griego Psyché (alma) y logos (estudio), lo que deduce que en un principio la Psicología estudiaba el alma.
     A medida que la Psicología se fue desarrollando, su objeto de estudio fue cambiando: la conciencia, los fenómenos mentales, la conducta; desde lo más abstracto a lo más objetivo y observable, que es la conducta de las personas. La conducta implica acciones físicas observables y procesos mentales que no se pueden observar directamente, como la memoria, la atención, la percepción, la inteligencia, entre otros.
     Según Bossellini y Orsini (2002), la Psicología es la ciencia que estudia todo lo que hacen, sienten y piensan los seres humanos, teniendo en cuenta su forma de ser, las circunstancias y el contexto en el cual viven, y su relación con los demás.[2]
     Por lo tanto, hoy día se considera que la Psicología es la ciencia que se ocupa del estudio de la conducta en función de la personalidad y dentro de un contexto social y cultural.
     De acuerdo a la definición de Rosa Rivero (2000), “…la psicología tiene como objeto de estudio la conducta, el conocimiento, las acciones humanas, pero la psicología misma es un producto cultural, se funda en un conjunto de signos generados por la acción de agentes humanos, signos que, a su vez, dirigen la acción de sujetos (los psicólogos) en su relación con otros individuos y grupos, y generan nuevos sentidos de acción y nuevas acciones. La propia psicología, como objeto cultural que es, tiene una deriva histórica…”[3]
     Como expresa Zepeda Herrera (2008), “…la psicología es la ciencia que estudia la conducta, los procesos mentales y la personalidad del hombre, considerado individualmente, a lo largo de su vida y en su búsqueda por dar a ésta un sentido que le permita trascender más allá de sí mismo…”[4]
     Para estudiar la Psicología actual, hay que considerar que el hombre es un ser social en relación con otras personas; un ser concreto que pertenece a determinada cultura; un ser histórico que evoluciona a través del tiempo, cambiando sus formas de comportamiento según las necesidades y demandas de la época en la cual se sitúa; un ser vivo que participa de los procesos de la naturaleza y sufre transformaciones en su cuerpo y mente.
     “…Desde este punto de vista, la Psicología estudia la conducta del hombre con el aporte de la antropología, la sociología, la historia y la biología. Como toda ciencia, describe y observa la conducta; controla rigurosamente los datos, experimenta sobre ella, explica los procesos, investiga y formula hipótesis y teorías…”[5]
    Es así que las cuatro metas de la Psicología como ciencia son: la descripción, la explicación, la predicción y el control. Los psicólogos recopilan datos acerca de la conducta y el funcionamiento mental de las personas para poder estructurar una imagen precisa de estos fenómenos, lo cual conlleva el problema de la medición, porque no todos los procesos son factibles de ser medidos objetivamente. Por eso se establecen distintos métodos, como la entrevista, las encuestas, la observación, los test, que se acercan al conocimiento de los mismos.
     Luego de obtenida esa información, el psicólogo establece hipótesis, a las que somete a prueba mediante la experimentación. Si la hipótesis es acertada, con ella se podrá predecir futuros comportamientos o reacciones humanas frente a determinados acontecimientos. Por último, la hipótesis también es útil para controlar la conducta, aplicando los conocimientos obtenidos para resolver problemas prácticos y alterar la conducta o hacer un seguimiento de ella para comprobar si el fenómeno también cambia.
Teología
     Etimológicamente, el término teología proviene de Teo (Dios) y Logos (estudio). La teología es una ciencia que estudia la Verdad de Dios. Aunque en sus comienzos estuvo ligada a la filosofía y la mitología, siendo en la época de los comienzos de la filosofía griega (siglo V a.C.) una disciplina inferior que revelaba un trato con los dioses (puesto que los filósofos de ese entonces tenían creencias politeístas), mientras que la Filosofía constituía una búsqueda profunda de la verdad.
     “…La Teología, naturalmente, carga con el concepto de actividad de los creyentes que tratan de comprender más profundamente la Palabra de Dios y de exponerla de manera ordenada y sistemática, en base a la Sagrada Escritura, la tradición Viva de la Iglesia y la razón humana iluminada por la fe…”[6]
    En este sentido, la Teología estudia la revelación y presupone la Fe en el Dios vivo, que permite entender para creer y creer para entender. El objeto de la Fe se presta a una reflexión acerca de Dios, de la verdad, del mundo y las relaciones. El contenido de la fe implica coherencia e inteligibilidad y se logra mediante una reflexión pensante, deliberada, rigurosa y metódica acerca de la transcendencia del misterio de la salvación.
    La Teología se considera una ciencia, porque cuenta con su propio objeto de estudio, un método particular y es sistemática. Sin embargo, en el tiempo hubo muchas discusiones al respecto, ya que al estudiar la verdad de Dios que no es observable, sino que depende de las creencias subjetivas, no era considerada válida científicamente, porque el objeto científico debía ser objetivo y puesto a prueba, lo cual no podía lograrse en la experiencia.
     “…La Teología es el conocimiento de todas las realidades, divinas y humanas, por la primera de todas las causas, por la causa de las causas: por Dios mismo, que es principio del orden universal…”[7]
     Según Galli (2015), se considera la Teología como ciencia de la sabiduría, puesto que procede de Dios y de su automanifestación al hombre (revelación), procurando descubrir la inteligibilidad de cada ser, en su realidad concreta y su destino de salvación. De este modo, se considera la Teología como el intérprete del mensaje de Dios. Asimismo, es sabiduría porque reflexiona sobre sus propios principios, estudiando el fundamento del conocimiento y de la certeza de la fe.
     La sabiduría teológica arraiga en la sabiduría teologal del pueblo cristiano. Como expresa Javier Vergara (2006), “…el oficio del teólogo debe ser ejercitado para edificar la comunión eclesial, a fin de que el pueblo de Dios crezca en la experiencia de la fe…”[8]
    Por otro lado, la Teología es también profecía, ya que interpreta la historia de la Palabra divina a partir de la acción salvífica de Dios cumplida en Cristo. Según Galli (2015), la profecía presta un servicio pastoral al interpretar las distintas situaciones que atraviesan las familias (exclusión, pobreza, etc.) en base a la fe, enfrentando estos problemas con el poder de la oración y una fe pensante y reflexiva.
     La Teología debe desarrollar una hermenéutica llevando esperanza al pueblo, poniéndose al servicio de la Iglesia y del mundo, en base a la revelación. De este modo, la Teología lleva respuestas a todo el que las pida. “…Dar razón es justificar racionalmente, expresar dialogalmente y declarar públicamente el fundamento de nuestra fe esperanzada y amante…”[9]
Relación y complementación entre Psicología y Teología
     Tanto la Teología como la Psicología han surgido de la considerada “madre de todas las ciencias”, la Filosofía. Y este primer punto que tienen en común conlleva que a ambas disciplinas les haya resultado un desafío ser nombradas como ciencia.
     Como se dijo anteriormente, la Psicología estudiaba en un principio el alma y luego la conciencia, lo cual era mencionado como un estudio de fenómenos subjetivos, carentes de observación y experimentación, ya que se trata del funcionamiento interno de las personas; del mismo modo, la Teología al estudiar la verdad de Dios y ser ésta una interpretación del hombre, también era considerada carente de valor científico a falta de objetividad.
     Posteriormente, se comenzó a establecer que es ciencia toda aquella disciplina que tiene un objeto de estudio y método propio y que lleva a cabo una actividad e investigación sistemática, sea cual sea su objeto. De este modo, tanto la Teología como la Psicología son consideradas ciencias en la actualidad.
     Otra característica que ambas disciplinas científicas comparten es que estudian al hombre concreto, teniendo en cuenta su contexto, sus acontecimientos particulares y su historia. Se podría decir que la Psicología realiza las investigaciones pertinentes al funcionamiento mental y conducta de los seres humanos; y que la Teología se enfoca en la aplicación de esas investigaciones para mejorar la vida interna de los individuos. De esta forma, la Psicología estaría más vinculada a lo teórico y la Teología, a lo práctico.
    La diferencia está en el método, puesto que la Psicología utiliza métodos diversos para lograr estudiar las particularidades de la mente y la conducta humanas (observación, entrevista, encuestas, test), mientras que la Teología tiene como método principal llevar la palabra de Dios al pueblo, acompañado de la hermenéutica o comprensión de la misma, intentando que las personas confíen en el conocimiento de Dios y apliquen las palabras divinas en su vida cotidiana.
     Por último, se puede afirmar que las disciplinas antes mencionadas se complementan entre sí, ya que la Psicología, en su rol clínico, ayuda a los sujetos a mejorar su vida mediante distintos tipos de terapia, pero todos centrados en que el individuo aprenda a disfrutar de su vida, encontrando una solución práctica a sus problemas y necesidades, básicamente a través del conocimiento de sí mismo. De la misma forma, la Teología, en su rol pastoral, ayuda a las personas a encontrarse a sí mismas en su relación con Dios y con la Iglesia, aplicando la revelación en su vida cotidiana para fortalecer su espíritu.

Tópico 2
Explicar la percepción en el ser humano y cómo ésta se presenta en la Sagrada Escritura
Percepción
     La percepción es un proceso psicológico complejo, por medio del cual el individuo se hace consciente de sus impresiones sensoriales y adquiere conocimiento de la realidad. Es un mecanismo de adquisición de la información, a través de la integración estructurada de los datos que proceden de los sentidos; en virtud de esta integración, el sujeto capta los objetos.
     Desde el punto de vista neurofisiológico, en el proceso de percepción participan diferentes estructuras y funciones nerviosas que posibilitan la llegada de una impresión sensorial al cerebro, su registro en la memoria y el matiz afectivo que la acompaña, así como la modulación e integración en la corteza cerebral.
     Al respecto, Davini, Salluzzi y Rossi (1998) sostienen que la percepción es la segunda forma de conocimiento de lo real, más compleja y equilibrada que la senso-motricidad. La percepción organiza los datos en un todo, dándoles una configuración, colaborando en esta tarea con la inteligencia, que culmina la adaptación al medio.
     En este sentido, la percepción es la captación de todos los estímulos actuantes en un momento dado, y es para la psicología un proceso cognitivo. “…Cada uno percibe según sus circunstancias, sus sentimientos y necesidades y sus posibilidades sensoriales…”[10]
     Según Zepeda Herrera (2008), “…la percepción es un proceso influido por el aprendizaje y la memoria, y relacionado con el pensamiento…”[11] Se trata del mecanismo que nos ayuda a interpretar lo que captan nuestros órganos de los sentidos.
     En el mecanismo de la percepción, intervienen tres procesos complementarios: la evocación, la rectificación y la organización. Con la influencia de la memoria, percibimos lo que esperamos recibir (evocación); las sensaciones que llegan a nuestra mente por medio de la percepción son modificadas (rectificación), puesto que el ser humano tiende a completar, integrar o eliminar elementos que dificulten la interpretación del estímulo. Por último, en base a nuestros conocimientos previos, le damos una organización a la información percibida para poder relacionarla con otros elementos.
     Carretero, Solcoff y Valdez (2008) expresan que la percepción forma parte de los procesos psicológicos inferiores, junto con la sensación y la atención. Se los denomina inferiores, porque están subordinados a los procesos psicológicos superiores, que son el aprendizaje, el lenguaje y el pensamiento, entre otros.
     No es correcto pensar que la percepción es una copia de la realidad, ya que “…la percepción implica un proceso de interpretación de la información que nos rodea, y en eso se distingue de la sensación…”[12] Lo que distingue a la percepción es que su capacidad está en dar sentido a estímulos externos e internos. Estos estímulos pueden ser proximales o distales, siendo los primeros aquellos que se reflejan en los receptores sensoriales y que dependen de sus características físicas; y los distales, aquellos que se registran en nuestro sistema neurológico y que son modificados o interpretados por el funcionamiento perceptivo.    
     Por otro lado, según Zepeda Herrera (2008), la percepción tiene relación con las facultades intelectuales, como el pensamiento, la memoria y la inteligencia. Esta vinculación nos permite comprender mejor el entorno y adaptarse a él, comportarse de manera apropiada para sobrevivir el mayor tiempo posible y contribuir a la supervivencia de la especie. Asimismo, en los seres humanos esta capacidad permite que los individuos puedan sentirse satisfechos con su propia vida.
     Sin embargo, las percepciones son afectadas por las expectativas y la motivación de la persona, su estilo cognoscitivo, sus antecedentes culturales y el estado afectivo en que se encuentra. Hay dos clases de percepciones incorrectas, que se producen cuando las impresiones percibidas no son verídicas: las falsas positivas, que tienen lugar cuando se asigna a un objeto una cualidad que objetivamente no está presente en él; y las falsas negativas, cuando no se asigna a un objeto una cualidad objetivamente presente en él.
     Hay tres teorías que han investigado la percepción llegando a distintas conclusiones. Es así que las posturas empiristas sostienen que la percepción depende de la experiencia o familiaridad que la persona tenga con el medio en que vive. Las teorías innatistas entienden que la percepción es influida por factores genéticos que predeterminan lo que se puede percibir y cómo. Las teorías constructivistas, por su lado, afirman que la percepción es un proceso de interacción entre los factores biológicos y los aprendidos.
La percepción en la Sagrada Escritura
     Respecto a las Sagradas Escrituras, la percepción llega mediante estímulos sensoriales (proximales) a través del mensaje que promueven pastores y sacerdotes, los fieles de la Iglesia y del mensaje que las personas mismas pueden leer en la Biblia. Asimismo, también actúan los estímulos distales, los cuales son los causantes de que cada individuo procese la información recibida, le dé un  sentido y una interpretación, de acuerdo a su experiencia y a sus conocimientos.
     Los mensajes llegan por múltiples vías, y aunque la palabra sólo sea una (un mismo mensaje), no todos se lo apropian de la misma manera, y eso ocurre porque las interpretaciones son subjetivas. Sin embargo, quienes se dedican a evangelizar tienen la oportunidad de hacer llegar el mensaje correcto, invitando a los creyentes y a quienes aún no lo son, a percibir las Sagradas Escrituras con intelecto, pero también con fe.
     San Agustín dice que con la inteligencia no basta para comprender, sino que es imprescindible la fe para acceder al conocimiento de la verdad de la revelación. Este teólogo de la Edad Media sostiene que la forma más exacta de percepción es la lectura de las Sagradas Escrituras, más que las palabras de los fieles, puesto que se suelen desvariar los mensajes.  “…Y por el monte umbroso y fragoso, aunque puede entenderse de varios modos, yo más gustosamente lo tomaría por la profundidad y sentido misterioso de las Sagradas Escrituras, en las que se contienen las profecías que hablan de Jesucristo…”[13]
     La teóloga Nicola Hoggard Creegan (2011) analiza la necesidad de un acercamiento entre la ciencia y la teología, teniendo en cuenta que los avances de la ciencia han modificado la percepción de la realidad, se requiere una revisión teológica que explique dicha percepción, con un lenguaje diferente al de la ciencia.
     De esta manera, se infiere que es necesario un proceso de cambio en la modalidad de percepción. Dejar a un lado la parte intelectual para dar lugar también a la virtud de la fe, para abocarse a nuevas aperturas de conocimiento, abordando una hermenéutica que permita percibir lo que realmente intenta significar el mensaje de Dios en las Sagradas Escrituras.

Tópico 3
Explicar la motivación en el ser humano a base de ejemplos bíblicos
Motivación
     De acuerdo a Zepeda Herrera (2008), la motivación es la facultad humana de dar a la conducta una dirección específica, voluntaria e involuntariamente. Presupone una relación entre el individuo y el ambiente, puesto que una persona motivada se prepara para presenciar su acción sobre cosas, personas o situaciones cuando algo del entorno la impacta. Es, por lo tanto, un proceso intrínseco a la persona, ya que ocurre dentro del individuo junto con una serie de sensaciones, emociones, sentimientos e ideas que lo acompañan.
     Según Davini, Salluzzi y Rossi (1998), las motivaciones pueden ser conscientes o inconscientes, según el conocimiento que el sujeto tenga de sus propias motivaciones. En efecto, cuando una persona explica la motivación de su conducta, no siempre menciona todo, porque hay una parte de su motivación que desconoce, y es porque se mantiene inconsciente.
     Asimismo, las motivaciones pueden ser individuales (identificación con sus padres u otras personas, actitudes), grupales (identificación con el grupo de amigos, medio en que se mueve) o socio-culturales (prestigio social de la carrera, remuneración, identificación con ciertos valores culturales o ciertas instituciones):
     La motivación es la necesidad o deseo que dinamizan la conducta, dirigiéndola hacia una meta. Se trata de procesos psicológicos y fisiológicos responsables del desencadenamiento, mantenimiento y cese de un comportamiento, y el valor atractivo o aversivo conferido a los elementos del entorno sobre los cuales se ejerce ese comportamiento.
     Huertas (1997) expresa que la motivación es un proceso psicológico que determina la planificación y la acción del sujeto. En este proceso motivacional, son incluidos los factores afectivos y cognitivos que influyen en la elección, iniciación, dirección, magnitud y calidad de una acción para alcanzar un fin determinado.
     Las motivaciones fisiológicas primarias son el hambre, la sed, el sueño, la necesidad de oxígeno, la actividad sexual, el instinto maternal, la actividad exploratoria, la evitación del dolor y de las altas temperaturas. Las motivaciones que no satisfacen una necesidad biológica evidente son las secundarias o adquiridas, donde intervienen el aprendizaje, la cultura y las estimulaciones externas.
     Las motivaciones se clasifican en intrínseca, expresadas por el deseo de ser eficaz, de tener un tipo de conducta por la conducta misma y apoyada en la propia fuerza que emana de la tarea para el sujeto implicado; y la motivación extrínseca, que implica la búsqueda de recompensas externas e incentivada solamente por refuerzos económicos, el afán competitivo y el poder.
    Abraham Maslow ha estudiado el tema de las motivaciones y propuso una jerarquía de necesidades humanas. Hay que ir resolviendo las necesidades inferiores para poder alcanzar las superiores en la jerarquía. En orden de inferior a superior, esas necesidades son: fisiológicas (alimento, agua, aire, reposo, abrigo, etc.); de seguridad (protección contra el peligro o la privación); sociales (amistad, ingreso a grupos); de estima (amor, reputación, respeto por uno mismo, reconocimiento); y de autorrealización (desarrollo del potencial, talento, espiritual).
     Sigmund Freud consideraba que las motivaciones podrían provenir de diferentes fuentes. “…Para él, buena parte de los comportamientos humanos proviene de las pulsiones instintivas relacionadas con los principios eróticos y tanáticos. Estas motivaciones son generadas de manera inconsciente y son debidas a las tendencias naturales que existen en el individuo…”[14]
     Teniendo en cuenta la bibliografía abordada, se puede decir que la motivación en torno a la religión es individual y socio-cultural, puesto que la creencia y la fe son intrínsecas al sujeto, pero también conlleva una determinada identificación con la iglesia, que puede provenir de la familia, la escuela, los amigos o bien deberse a una búsqueda personal.
     La necesidad espiritual entraría dentro de la última necesidad de la jerarquía de Maslow, ya que la persona se encuentra consigo misma en base a la religión.
Ejemplos bíblicos
“Invócame y yo te responderé, y te anunciaré cosas grandes e impenetrables que tú no conocías”. Jeremías 33:3
     El mismo es un ejemplo que permite reconocer que hay misterios que aún no conocemos y, que para encontrarnos a nosotros mismos, conocernos, primero debemos conocer a Dios, y él está preparado para anunciarnos lo que aún nos falta por descubrir. Se trata de un fragmento de motivación, porque la persona en su afán de conocer, entrará al mundo de Dios y de la Iglesia.
“No temas porque yo estoy contigo, no te inquietes porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” Isaías 41:10
     En esta cita se puede estimar que, aunque estemos motivados, algunas veces ocurrirán acontecimientos que limitan nuestras fuerzas y se convierten en obstáculos para nuestra meta. Sin embargo, tenemos la fe y la seguridad de que Dios estará siempre acompañándonos en cada caída y en cada desfallecer para darnos la fuerza y motivación que nos falta.
“Él se entregó a mí, por eso yo lo libraré; lo protegeré porque conoce mi Nombre, me invocará y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré; le haré gozar de una larga vida y le haré ver mi salvación.” Salmo 91: 14-16
     En el presente oráculo, la motivación intrínseca del sujeto lo lleva a querer buscar el camino de salvación y gracia del Señor, por eso se apoya en estas palabras, que confieren fuerza y motivos para seguir en el camino correcto.
“¡Sí puedes!... respondió Jesús. Todo es posible para el que cree.” Marcos 9:23
     Este ejemplo deja ver que la motivación se vincula con la fe, con la creencia de que todo mejorará, que se puede seguir adelante.
“Pero los que esperan en el Señor, renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas, corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan.” Isaías 40:31
     Asimismo, quienes están motivados no pierden de vista su camino, se agotan pero recuperan sus fuerzas para seguir adelante, porque confían en el camino, aspiran a lograr sus metas y siempre acompañados del amor de Dios.

Tópico 4
Explicar ampliamente las emociones y la explicación que la Sagrada Escritura da a las mismas
Emociones
     La emoción es la reacción negativa o positiva de carácter brusco y de duración breve que aparece como respuesta ante objetos o acontecimientos externos o internos. Por lo general, las reacciones emocionales tienen una influencia directa sobre la conducta del individuo y se asocian a manifestaciones somáticas diversas.
     Los componentes de las emociones son la experiencia consciente, la respuesta fisiológica (enrojecimiento facial, tensión muscular) y la conducta expresiva (ceño fruncido, escasa comunicación con los demás). La experiencia consciente es la experiencia subjetiva que acompaña a la emoción. Se trata de lo que el individuo siente y solamente se puede conocer a través de la descripción que haga la persona.
     Las emociones se han identificado como reacciones innatas del ser humano, que le ayudan en la conservación de su propia integridad y en la de la especie. Como ejemplo, Zepeda Herrera (2008), sostiene que el miedo ayuda al individuo a evitar riesgos que pueden poner en peligro su existencia; el dolor le indica que debe evitar o eliminar la causa que lo provoca para mantener la integridad de su organismo; el placer se asocia con la satisfacción de las necesidades biológicas, encaminadas a la conservación del individuo y de su especie.
    Ruch define a la emoción como el estado de sensaciones complejo que comprende una experiencia consciente, respuestas físicas internas y manifiestas y la capacidad de motivar al organismo para la acción. En toda emoción existen dos componentes: uno fisiológico y uno psicológico. El componente fisiológico está constituido por las respuestas físicas internas y manifiestas (cambios en la frecuencia cardíaca, en el ritmo respiratorio, en la tonicidad muscular, en los volúmenes de irrigación sanguínea). El componente psicológico es reconocible en nosotros mismos cuando experimentamos temor, vergüenza, culpa o cualquier otra emoción, y nos comportamos en consecuencia.
     Según Larios (1995), las emociones primarias son: miedo, amor, ternura, enojo y angustia. Asimismo, este autor señala los objetivos que un sujeto debe lograr para el buen manejo de las emociones. Ellos son: conocer en qué consiste la emoción que experimenta y cómo se manifiesta; reconocer el momento en que vivencia una emoción en particular; identificar las necesidades y motivos que la provocan; expresar dichas emociones de manera tal que no se cause daño a ninguna de las personas que rodean a la persona que las experimenta.
     En cuanto a Davini, Salluzzi y Rossi (1998), las emociones manifiestan un estado afectivo que se expresa en forma muscular o postural, dándose en la persona que las experimenta cambios fisiológicos y una conducta motriz por acción-reacción. Al respecto, la teoría de James-Lange define la emoción como la percepción de los trastornos fisiológicos que ocurren cuando el individuo da cuenta de objetos o acontecimientos de su contexto.
     Para Antonio Damasio (2000), las emociones son colecciones complejas de respuestas químicas y neurales que conforman un patrón. Todas cumplen algún papel regulador, destinado a crear circunstancias ventajosas para el organismo que presenta un fenómeno. Las variaciones individuales, el aprendizaje, las relaciones sociales y la cultura influyen en la expresión de las emociones, brindándoles nuevos significados.
     Cuando las personas logran identificarse entre sí, ese vínculo genera conductas emocionales como la alegría y la compasión. La alegría es una motivación placentera que puede llegar a manifestaciones exuberantes de júbilo; la compasión es una emoción piadosa frente a la desgracia del otro. Por el contrario, cuando los individuos no logran identificarse, se producen conductas agresivas, que dan lugar a emociones como la ira, el asco, el miedo y la ansiedad. La ira es una forma de indignación que se manifiesta en una crisis emocional pudiendo tornarse con violencia física; el asco es una emoción deprimente que se observan al advertir suciedad física o moral en otro sujeto; el miedo produce en el individuo una reacción inhibitoria en situaciones en que se amenaza la propia dignidad; la ansiedad se caracteriza por la falta de especificación en la causa que produce el miedo o angustia.
Las emociones según la Sagrada Escritura
    Las emociones pueden acercarnos o alejarnos de Dios. Un ejemplo de ello es que cuando una persona siente gozo y alegría por lo que Dios está haciendo en su vida, se acerca más a Dios, mientras que puede suceder que la ira que se siente acerca de actitudes poco cristianas de un hermano, le puede hacer pensar a la persona que no vale la pena ser cristiano y se aleja de Dios. Si bien son importantes las emociones, las personas no deben basarse en ellas para su acercamiento a Dios, puesto que éstas son pasajeras.
     Las emociones son tratadas en la Biblia como parte de un todo que las contiene, así como a los pensamientos y sentimientos. En Proverbios 4:23 se señala: “Con todo cuidado, vigila tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida.” En este sentido, se puede inferir que para Dios, las emociones y todo lo que guarda el corazón, es peligroso, ya que a veces puede ser manipulado y tomar malas decisiones al respecto. Ser esclavos de las emociones, como la ira, la codicia, la envidia o la lujuria puede llevar al sujeto a tomar las decisiones equivocadas y errar el camino, alejándose así de Dios. Por lo tanto, la Biblia argumenta que hay que tener cuidado con las emociones y tener un control sobre ellas.
    “Cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría.” Salmo 94:19. En este ejemplo bíblico, encontramos emociones tales como la alegría y la tristeza. La primera se encuentra en Dios, acercándose a él, y así es como se aleja la tristeza y cualquier otra emoción negativa, como también la ira. “Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal…” Mateo 5:22
     Las emociones que no llevan al individuo a acercarse más a Dios y hacer su voluntad, vienen de la carne y no del Espíritu. Por lo tanto, no se debe vivir según la carne lo dicte, sino según el Espíritu de Dios que mora en cada persona. “Pero ustedes no están animados por la carne sino por el Espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo” Romanos 8:9. Por tal sentido, debemos hacer morir con la ayuda de Cristo las manifestaciones, las emociones y obras de la carne.
     El Espíritu mismo nos da el poder para dominar y distinguir si nuestras emociones son de Dios y nos ayudan a crecer en nuestra vida cristiana, o si son de la carne y las tenemos que desechar. No está en nuestras fuerzas, sino en el poder del Espíritu, como Pablo enseñó a Timoteo: “Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad”. 2 Timoteo 1:7.

Tópico 5
Realizar un análisis de cómo se desarrolla la personalidad del ser humano desde una perspectiva bíblica-psicológica
     La personalidad es una organización más o menos duradera y estable del carácter, temperamento, intelecto y físico de una persona, que determina su adaptación única al ambiente. Asimismo, se trata de un patrón de pensamiento, sentimiento y comportamiento profundamente incorporado y que persiste por largos periodos de tiempo.
    Según Filloux (1968), “…la personalidad es la configuración única que toma, en el transcurso de la historia del individuo, el conjunto de los sistemas responsables de sus conductas…”[15] La personalidad es una estructura y no una suma de elementos, tanto lo físico como lo psíquico constituyen una unidad. Esta configuración es dinámica porque está en un continuo proceso de desarrollo y cambio, que sólo culmina con la muerte.
     En cuanto al desarrollo de la personalidad, hay que distinguir entre los conceptos de genotipo y fenotipo. El genotipo se refiere a las potencialidades del sujeto debido a su constitución biológica, a lo que podría o debería ser, y está determinado por la herencia y el desarrollo neuropsicológico de los primeros años de vida. El fenotipo hace referencia a la manifestación conductual de la personalidad del individuo, lo que hace y cómo se muestra; está determinado por el aprendizaje a los que se ve sometido el sujeto a lo largo de su vida.
     Desde el punto de vista bíblico, el ser humano no sólo se integra con disposiciones biológicas y experiencias de aprendizaje, sino también con la participación activa del Ser divino, que es gravitante en la estructuración de la existencia y la definición del destino. La persona divina se hace presente de forma directa, de voz, visión, presencia o en la expresión suprema de Jesucristo. No se trata de Dios en persona, sino de un mensajero divino.
     El enfoque bíblico expresa que las personas somos responsables de nuestros propios actos, confesar los pecados y buscar cambiar de acuerdo a los principios bíblicos. La personalidad, según el cristianismo, es dinámica, siempre está en proceso de formación, puede evolucionar o deteriorarse cuando deja de cultivarse y desarrollarse mediante el crecimiento personal y espiritual.
     Según Jiménez, se encuentran tres fases de la personalidad: a) para poder responder a un estímulo de manera adecuada, es necesario tener una personalidad estructurada en la que Dios esté obrando; b) todo lo que se vive a diario, debe llevar al aprendizaje de una lección; c) se aceptan las influencias positivas y la personalidad con fundamento no permitirá que lo negativo tome fuerzas ante lo positivo que ya se aprendió. Hay que llegar a un punto de equilibrio que permita al sujeto identificar los errores, áreas y puntos débiles para poder mejorar.
     El ego es el espíritu y es el eje central de la personalidad; no es material, sino que existe independiente a nuestro cuerpo. La facultad que el Espíritu Santo da al individuo para que la mente espiritual comprenda a Dios y las cosas de Dios, se llama inteligencia espiritual. Posee intuición, comunión y conciencia. La conciencia es el proceso de pensamiento que distingue entre actos buenos y malos.
    La postura cristiana es construccionista, lo cual significa que acentúa los aspectos más altos de la personalidad como conteniendo, y en ocasiones causando o transformando, los aspectos más bajos. Es, por lo tanto, un método sintético que aúna las cosas en un patrón integrado.
     Hay que destacar el contraste respecto a la teoría de la personalidad. Gran parte de la postura laica considera la personalidad como un autónomo aislado. El cristianismo, por el contrario, no asume que la meta de la vida sea la independencia y, en su lugar, da un papel central a las relaciones. El cristianismo postula la interdependencia y el mutuo cuidado por el otro, como el tipo primario de relación adulta.
     La postura bíblica de la personalidad guarda relación con la teoría fenomenológica, la cual considera que el individuo tiene una motivación positiva y que, conforme a cómo evoluciona en la vida, el hombre va logrando obtener niveles superiores de funcionamiento, teniendo en cuenta que la persona es responsable de sus actos y de las consecuencias. Al respecto, Carl Rogers expresa que los seres humanos construyen su personalidad cuando se ponen al servicio de metas positivas, como alcanzar logros que tengan un componente benéfico, lo cual se relacionaría con la postura bíblica.

Conclusión
     Teniendo en cuenta el desarrollo de los cinco tópicos, se infiere que la Psicología y la Teología no están muy alejadas en cuanto a su objeto de estudio y al concepto que ambas tienen acerca de la personalidad, la motivación, la percepción y las emociones. La percepción se resignifica para darle un sentido espiritual; la motivación se alcanza con el acompañamiento de Cristo; las emociones son benéficas al expresarse, pero peligrosas si no son controladas porque pueden producir un alejamiento de Dios; y la personalidad se desarrolla de manera activa y constructivista con la presencia del Espíritu Santo. Por lo tanto, se concluye que la Psicología y la Teología son complementarias entre sí y que ambas colaboran en el crecimiento y desarrollo del individuo, de manera personal, psicológica y espiritual.
  



Bibliografía
Borrero, N. (2012). La articulación de la Psicología con la Teología. Cultura, educación y sociedad, 3(1), 73-82.
Bossellini, L. y Orsini, A. (2002). Psicología. Buenos Aires: A-Z editora.
Capponi, R. (2002). Desafíos de la psicología a la teología. Teología y vida, 43(1), Santiago.
Carretero, M., Solcoff, K. y Valdez, D. (2008). Psicología. Buenos Aires: Aique.
Damasio, A. (2000). Sentir lo que sucede. Cuerpo y emoción en la fábrica de la conciencia. Santiago: Andrés Belle.
Davini, M. C., Salluzzi, S. y Rossi, A. (1998). Psicología general. Buenos Aires: Kapelusz.
El libro del pueblo de Dios. La Biblia. (1994). Madrid: San Pablo.
Farré Martí, J. y Lasheras Pérez, M. G. Enciclopedia de Psicología. Tomos I y IV. Barcelona: Océano.
Fergus, R. y Melamed, L. (1973). Percepción. Estudios del desarrollo cognoscitivo. México: Trillas.
Filloux, J. C. (1968). La personalidad. Buenos Aires: Eudeba.
Galli, C. M. (2015). La Teología como ciencia, sabiduría y profecía. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina.
Habenitch, D. (2011). Una perspectiva cristiana sobre la psicología del desarrollo del carácter. Michigan: Universidad de Andrews.
Hipona, San Agustín. (2015). La ciudad de Dios. Grand Muveran: FV Éditions.
Hoggard Creegan, N. (2011). God, Strings, Emergence and the future of the World. Disponible en: www.metanexus.net/essay/god-strings-emergence-and-future-world
Huertas, J. A. (1997). Motivación. Querer aprender. Buenos Aires: Aique.
Luria, A. (1991). Sensación y percepción. México: Roca.
Martínez, A. L. La teología como ciencia. Disponible en: www.monografias.com/trabajos82/teologia-como-ciencia/teologia-como-ciencia/shtml
Montaño Siniesterra, M. R., Palacios Cruz, J. L. y Gantiva Díaz, C. A. (2009). Teorías de la personalidad. Un análisis histórico del concepto y su medición. Bogotá: Universidad de San Buenaventura,
Nuttin, J. (1982). Teoría de la motivación humana. Barcelona: Paidós.


[1] Zepeda Herrera, F. (2008). Introducción a la Psicología. Una visión científico humanista. México: Pearson Prentice Hall.
[2] Bossellini, L. y Orsini, A. (2002). Psicología. Buenos Aires: A-Z editora, p. 5.
[3] Rosa Rivero, A. (2000). Entre la explicación del comportamiento y el esfuerzo por el significado: una mirada al desarrollo de las relaciones entre el comportamiento individual y la cultura. Revista de Historia de la Psicología, 21(4), p. 56.
[4] Zepeda Herrera, F. (2008). Introducción a la Psicología. Una visión científico humanista. México: Pearson Prentice Hall, p. 10.
[5] Davini, M.C., Salluzzi, S. y Rossi, A. (1998). Psicología general. Buenos Aires: Kapelusz, p. 14.
[6] Martínez, A.L. La teología como ciencia. Disponible en: www.monografias.com/trabajos82/teologia-como-ciencia/teologia-como-ciencia.shtml

[7] Galli, C.M. (2015). La Teología como ciencia, sabiduría y profecía. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina, p. 729.
[8] Vergara, J. (2006). Sapientia Christiana: tradición y modernidad en la pedagogía teológica. Universidad de Navarra: Anuario de Historia de la Iglesia, p. 70.
[9] Galli, C.M. (2015). La Teología como ciencia, sabiduría y profecía. Buenos Aires: Pontificia Universidad Católica Argentina, p. 732.
[10] Bossellini, L. y Orsini, A. (2002). Psicología. Buenos Aires: A-Z editora, p. 49.
[11] Zepeda Herrera, F. (2008). Introducción a la Psicología. Una visión científico humanista. México: Pearson Prentice Hall, p. 143.
[12] Carretero, M., Solcoff, K, y Valdez, D. (2008). Psicología. Buenos Aires: Aique, p. 23.
[13] Hipona, San Agustín. (2015). La ciudad de Dios. Grand Muveran: FV Éditions, p. 553.
[14] Zepeda Herrera, F. (2008). Introducción a la psicología. Una visión científico humanista. México: Pearson Prentice Hall, p. 276.
[15] Filloux, J.C. (1968). La personalidad. Buenos Aires: Eudeba, p. 11.